lunes, 22 de octubre de 2007

Los padres y la sexualidad adolescente

Cuando los hijos llegan a la adolescencia y juventud, los padres que quieren lo mejor para ellos, ven cómo van estrenando libertades, y les sobrecoge la idea que puedan equivocarse en el uso de esta libertad. Pero para comprender mejor a la adolescencia hay que considerar que ésta no es más que una fase más de la vida, y que tiene un antes, un durante y un después. Recuerdo con gracia la respuesta que me dio mi suegra ante una pregunta que le lancé cuando nació mi primer hijo.
Le pregunté, mirando al recién nacido, ¿cuánto tiempo los padres teníamos que estar pendiente de los hijos?, y me dijo riéndose: “toda la vida, mientras más grandes son, mayores las preocupaciones”. Con el paso de los años comprendí cuánta razón tenía.

En las etapas precedentes a la adolescencia y juventud, los padres hemos influido decididamente en la formación de la personalidad de nuestros hijos. Durante ese tiempo, con detalles de su vida diaria, les podemos enseñar a ser fuertes, en el sentido de saberse controlar ante el deseo de algo que apetecen. Si es momento de comer caramelos, que tomen unos pocos, y aunque haya más caramelos, y aunque el niño los quiera, corresponde al padre ponerle límites, explicándole el por qué de esos límites. Quien dice caramelos, dice la televisión, el cine, las fiestas, etc. Esa formación requiere constancia, esfuerzo y amor por parte de los padres, especialmente porque la mejor manera de enseñarles es con el ejemplo.

Cuando llegan a la adolescencia es el momento de la compañía, de la disponibilidad, de la confianza, del inicio de la cosecha. Nada asegura que nuestros hijos no fracasarán en el campo de la sexualidad, pero podemos hacerlos fuertes para que cuando estén ante la tentación, que lo estarán, tengan virtudes adquiridas para hacer buen uso de su libertad.

Los límites se mantienen, pero han dado paso a espacios que permiten a los hijos aprender a ejercer su libertad de modo diferente. Los hijos deben informar donde están cuando salen de casa, deben hacer buen uso de la confianza que se deposita en ellos, y si no es así, tienen el derecho de recibir de sus padres el consejo que corresponda. Los padres no deben exponer innecesariamente a sus hijos en situaciones que no saben aún controlar, por ello velarán para que no se queden a solas en casa con un amigo o amiga, es bueno también que anden siempre cortos de dinero. Me sobran ejemplos de padres amigos que comprueban demasiado tarde que ponerles límites a sus hijos es bueno.
Establecer espacios. Tengo un amigo que ha llegado al siguiente acuerdo con sus hijos, de los cuales tres son adolescentes: “Pueden hacer sus planes el fin de semana para salir con sus amigos, dentro de los límites, pero el día domingo están todos en casa para hacer planes juntos”. No digo que todos los padres deban hacer esto, pero cada familia, que es única, puede encontrar esos espacios que el amor y el cariño ayuda a que todos se unan más y se sientan acompañados y queridos. Algunas de las preguntas que suelen hacerse los adolescentes son:

- ¿Por qué no probar teniendo vida sexual antes del matrimonio?

No es posible saber si se es compatible sexualmente haciendo uso de las relaciones prematrimoniales, porque esencialmente no se está casado, y esas relaciones sexuales no tienen el nivel de unidad sexual que promueve una relación sexual dentro del matrimonio. Se parece, pero hay una diferencia inmensa entre uno y otro acto, por lo tanto, no es posible probar lo que no es.

- Una pregunta sería: “ante un embarazo no deseado, ¿hay responsabilidad de los padres?

Por lo dicho hasta ahora, un cierto grado de responsabilidad si hay, pues no es lo mismo haber formado a un hijo con ideas claras que a un hijo sin ellas, y poco fuerte para enfrentar las tentaciones. Sin embargo, la responsabilidad mayor le corresponde a los hijos, pues por el mal uso de su libertad es que se encuentran en esa situación.

- ¿Qué deben hacer los padres?

Cuando hay un problema de este tipo, es lógico que los padres pasen un mal rato y un gran disgusto, pero si aman a sus hijos, se calmarán las aguas y el problema se verá con mayor objetividad. Esa objetividad lleva a que se separe a la persona de la acción. Una cosa es la acción desafortunada que llevó a esa situación y otra muy distinta las personas involucradas directamente, a saber: madre e hijo en su seno materno. Lo lógico es que pasado el primer momento, las personas unidas por el amor, encuentren soluciones para superar las dificultades.

- ¿Y si los padres no responden adecuadamente?

Los padres no son seres perfectos, y se pueden equivocar en este y en otros temas, aún queriendo mucho a sus hijos.
En este caso, son los hijos que deberán asumir el camino de la verdad, del bien hacer, de lo mejor para esas dos personas involucradas, especialmente de ese pequeño que aún no nace y que depende totalmente de la decisiones de su madre. Si los hijos toman el camino fácil, que significa el asesinato de un niño no nacido, entonces recibirán la factura de la naturaleza. La naturaleza no perdona, y sobrevendrán consecuencias, si no es a nivel físico, a nivel afectivo, y sobretodo en la conciencia de saberse asesino de su propio hijo.

- ¿Qué debo esperar de mis padres si ya estoy casado?

Si aún está en casa, se mantienen los límites que tendrán otras características, pero marcarán siempre el sentido de respeto a la familia con la que se vive. Por ejemplo, no se puede dejar plantada a la madre con la comida ante una invitación inesperada. Lo propio será llamarla y decirle que no se llegará a comer, evitando así preocupaciones innecesarias. Si el hijo ya se casó, sigue habiendo una disponibilidad para asistirlo en todo aquello que se deba asistir, pero dejando que el hijo se haga cargo de aquello que le corresponde como consecuencia del ejercicio de su libertad. El hijo nunca deberá ser privado del comentario amable de sus padres cuando están equivocados.

Para terminar diré que el Señor nos da grandes lecciones de amor, y como Él es nuestro padre, cuando no sepamos cómo tratar un tema con nuestros hijos, preguntémonos cómo nos trataría Él, que nos quiere con locura, en circunstancias parecidas.

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