martes, 4 de diciembre de 2007

¿QUÉ ES LA FAMILIA?

En los tiempos que corren se pone en tela de juicio cuestiones que hasta hace poco tiempo eran evidentes. Se pone en tela de juicio lo que es un varón, una mujer, un matrimonio, una familia natural, la homosexualidad, la ley natural, etc.

La ley natural establece los límites a todo ser vivo, y entre ellos, al hombre. Realidades radicales para la persona como el inicio de la vida, la muerte, la necesidad de alimentarse, de relacionarse con otros, etc., son parte de esta ley natural que rige la vida del hombre. A nadie se le ocurriría decir que su vida no ha tenido un inicio, y que está libre de la muerte; tampoco que a partir de ahora nos se alimentará, etc. La ley natural existe e ignorarla es un absurdo, es inhumano. La ley natural supera al hombre, pues existe antes que él, y de hecho toda la historia de la ciencia no es más que una serie de sucesos que nos cuentan de cómo la humanidad va develando este orden maravilloso, y al hacerlo, va encontrando que es insondable. La ley natural rige la biología humana, su afectividad y funcionalidad biosomática y psicosomática, y está presente en sus facultades superiores: su inteligencia y voluntad. La persona tiene una inteligencia superior a la del mono, pero inferior a la del ser que le mantiene en la existencia; tiene simplemente la inteligencia que la ley natural establece para una persona humana, ni más ni menos.

Todos los hombres tenemos algo en común, algo que compartimos por el solo hecho de ser personas humanas; y en eso somos todos iguales. A partir de esta igualdad fundamental, empiezan una serie de diferencias que nos van configurando a cada uno como el ser que somos, y no otro. Nadie es igual a otro, es simplemente distinto a los demás, pero mantiene esa “raíz humana” común que le da su condición de persona con dignidad humana.

Esa misma ley natural muestra externamente dos modos básicos de ser persona humana: biológicamente varón y biológicamente mujer, vemos nacer varones y mujeres. Pero todos sabemos que no somos sólo biología, usted y yo no somos solo cuerpo, somos mucho más. Somos una afectividad, somos personas que actuamos decidiendo, somos una serie de relaciones con otras personas; algunas de estas relaciones son tan íntimas que nos hacen considerar a otros como los nuestros: mi mujer, mi marido, mi hijo, mi hermano, mi hermana, mi amigo, etc. Otras relaciones no son tan íntimas, como mi colega, mi conciudadano, mi paisano, etc. Las relaciones más íntimas, más intensas, y más reales, son aquellas que nos comprometen, llegando incluso a impulsarnos a la entrega interpersonal e incondicional de nosotros mismos, y a eso llamamos amor.

Pues bien, la ley natural establece una relación natural única y radicalmente humana entre un varón y una mujer: el amor conyugal. Esta relación, además de ser un misterio único y maravilloso, es la donación de sí mismos que hacen un varón y a una mujer, en razón de la bondad intrínseca que tiene la sexualidad humana. Cuando alcanza su plenitud, afecta el ser mismo de los cónyuges – varón y mujer - y genera en ellos un nuevo modo de ser en la unión, una comunión de personas que, sin destruirlas, las perfecciona haciéndolas más humanas a lo largo del tiempo, dejando de ser un varón y una mujer, para ser más, para ser un esposo y una esposa. Y a esto llamamos matrimonio natural.

La palabra "matrimonio" viene del latín “matri” “munus” que significa literalmente el "oficio de la madre". Este oficio, el de la madre, consiste en engendrar en su seno, dar a luz y criar a los nuevos ciudadanos con la cooperación irremplazable de quien está unido a su ser: su marido. Esta es la clave del derecho matrimonial, me refiero al derecho positivo bien encaminado. Quien crea que el matrimonio sólo consiste en un pacto privado para convivir e intercambiar favores sexuales, está errado y a merced de las ideologías de moda. El derecho natural, que rige el verdadero matrimonio, es la referencia más sólida que tenemos, y por lo tanto nada más lejano a una moda pasajera.

El matrimonio justifica antropológicamente nuestra modalidad sexual de varones y mujeres. Pero además, posibilita el nacimiento de los hijos, tal y como está previsto por el derecho natural; a los hijos les asiste el derecho natural de nacer y crecer en un matrimonio naturalmente bien constituido. Es una grave falta a sus derechos, los del niño, no poner los medios para favorecer este entorno naturalmente necesario, dicho en palabras, es el medio ambiente mínimo que todo ser humano necesita y merece en justicia por el sólo hecho de ser persona. Es una exigencia de su dignidad humana.

En el matrimonio los hijos son aceptados incondicionalmente por el simple hecho de serlo, y al nacer establecen con sus padre relaciones de amor que conforman una familia matrimonial. Como la sociedad no es otra cosa que la suma de sus familias, una familia bien conformada es de beneficio para la sociedad entera. O dicho de otro modo, una sociedad con familias mal constituidas o con un grado alto de disfuncionalidad, será una sociedad enferma y desorientada. Esto no quiere decir, en modo alguno, que las familias bien constituidas sean perfectas, como no son perfectos el esposo, la esposa, y los hijos que la conforman, pero al tener como eje de común unión al amor humano verdadero, logran superar extraordinariamente bien sus imperfecciones particulares para constituirse en la familia que necesitan los hijos y los esposos para crecer humanamente bien. Es evidente que a partir de una familia matrimonial, puede que por muerte del padre, la madre, o ambos, quede establecido un núcleo de amor en los hijos, que es también una familia como extensión de un origen matrimonial.

Una familia así constituida es el verdadero eje de toda sociedad. En este mundo maravilloso en el que nos ha tocado vivir, lleno de tecnología y capacidad mediática, conviene no perder de vista el derecho natural que nos muestra nuestra raíz más verdadera: la dignidad de personas humanas destinadas a ser felices en el amor, siendo el matrimonio y la familia es un camino extraordinario para lograrlo.