sábado, 10 de noviembre de 2007

Retos de la familia actual

1. El futuro de la humanidad se construye en la familia
“¡El futuro de la humanidad se construye en la familia! Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia”.

Estas palabras de Juan Pablo II nos plantean una cuestión fundamental de la que nadie está exento. Es admirable cómo Juan Pablo II acierta rápidamente al mencionar la promoción de los Valores y las Exigencias en la familia. Todo lo que vale en la vida plantea una exigencia, un esfuerzo por conseguirlo, y lo que no vale se consigue con suma facilidad.
2. Sabemos de modo natural cómo vivir el matrimonio y la familia
Soy consciente que no vengo a plantearles nada nuevo. Todos los que nos hemos reunido esta tarde conocemos muy bien por experiencia propia lo que significa constituir un matrimonio y una familia. La sensación que tengo es la de querer enseñarle a hacer pan a un buen panadero. Sin embargo, soy consciente que no nos viene nada mal que dediquemos unos minutos a reflexionar sobre esas dos realidades tan importantes para nuestra vida.
Hoy en día se habla mucho de la familia. Instituciones supranacionales publican declaraciones a favor de la familia, curiosamente términos como familia, matrimonio, varón, mujer, sexualidad, género, ven cómo su significado se va vaciando de contenido, generando confusión en la sociedad. Por eso, es bueno que, aunque tengamos claros los conceptos, conversemos de estos temas para poder orientar del mejor modo a nuestros hijos y alumnos.
Quiero proponerles conversar en primer lugar del matrimonio y de la familia, para luego abordar algunos les retos que plantea la época actual.
3. La intimidad y Familia
La familia es la realidad social más íntima que tiene la persona humana; en ella, el hombre nace, crece, se forma, pero fundamentalmente, sale de sí mismo y aprende a amar.
Todos nos conocemos y nos reconocemos en ese interior nuestro, en ese ámbito privado a donde nadie puede ingresar sin nuestro permiso. Ese ámbito al que solamente ingresan las personas queridas, las persona amadas. La intimidad somos nosotros mismos, es nuestro ámbito privado que tiene niveles más externos, incluso visibles como el cuerpo, y llega a profundidades que solamente nosotros conocemos, en donde estamos solos ante nosotros mismos.
La intimidad se puede compartir, por ejemplo con nuestros conocidos, con nuestros amigos, nuestra familia, etc. En la familia, el nivel de apertura de la intimidad de sus miembros es tal que permite un ambiente propicio para el amor, es como un campo muy fértil para amar.
Cuando nacen los hijos se unen y comparten, a su modo, a la intimidad amorosa de sus padres. Son acogidos y aceptados como parte de esa intimidad, con un alto grado de pertenencia; por eso decimos “mi hijo”, “mi padre”, “mi mujer”, “mi marido”, porque de verdad los sentimos en nuestro interior, porque parte de ellos está en nosotros.
Está comprobado que psicológicamente el recién nacido se siente parte de un todo con sus padres y continúa así hasta la progresiva afirmación de su yo.
Solamente la familia permite la aceptación de todos sus miembros por el simple hecho de ser miembros de ella. Es el ámbito propio donde se puede confiar en los demás. Fuera de la familia, somos consideramos por cómo somos, en cambio en la familia no importa si el hijo es alto o bajo, más o menos inteligente, en la familia el hijo es recibido y amado simplemente por ser hijo y parte de esa familia. Este ambiente es único y propicio para aprender a amar. Por eso decimos que la familia es la realidad social más íntima que tiene la persona humana
4. Hedonismo y Familia
Una de las cuestiones que ponen en riesgo la estabilidad de la familia es el hedonismo. La traducción que muestra la Real Academia de la Lengua para este término es: “Doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida”. En pocas palabras, “lo que importa es sentirse bien”, por encima de otros valores humanos.
Hace unas pocas semanas me fue a buscar una buena amiga, a la que conocía por la felicidad que mostraba su joven matrimonio. Ambos profesionales de clase media con un hijo envidiable. Cuando me buscó me sorprendió al comentarme que su esposo le había dicho que “sentía que su matrimonio ya no funcionaba”
Claro, ese “ya no funciona” significa en buen castellano, ya no siento lo que sentía antes. En realidad, cada día que pasa vamos cambiando y cada día que pasa somos, sentimos, y amamos de diferente modo. El amor en el matrimonio es extraordinario si se va viviendo cada día de acuerdo a la edad de los cónyuges.
No se puede ni se debe apoyar la estabilidad de un matrimonio y la familia en el sentir, en el sentimiento, solamente en lo emocional. El matrimonio se asienta fundamentalmente en la razón. Por eso se dice que: “uno no se casa por amor, uno se casa para amar”. El matrimonio no se mantiene unido porque se quieren los esposos, se mantiene unido porque los esposos “quieren quererse” porque se saben que se pertenecen el uno al otro. El quererse en el matrimonio pasa a ser una consecuencia de saber vivirlo naturalmente bien.
5. Naturalidad del Matrimonio y la Familia
El matrimonio y la familia son dos instituciones naturales, es decir, existen desde que existe el varón y la mujer. No fueron creados por ninguna cultura, y por lo tanto, la propia naturaleza marca sabiamente un modo natural de vivir tanto el matrimonio como la familia.
En la creación existe una sabiduría y un orden para poner todo lo creado al servicio del hombre, si el hombre no lo respeta con sus actos, se deshumaniza y en extremo puede llegar a destruirse a si mismo.
¿Pero cuál es este orden? La familia se inicia con el matrimonio, y éste es la unión de un varón y una mujer por amor. Esta unión es de naturaleza sexual, en el más amplio significado de la palabra. Por lo tanto la grandeza de la sexualidad humana se expresa de modo pleno en el matrimonio y en la familia. El mejor ámbito para vivir la sexualidad es en el matrimonio, y sus efectos se trasladan de modo natural e inmediato a la familia.
La mayor parte de lo que vemos de bueno o malo en la familia se desprende del modo como vivimos nuestro matrimonio. Un hogar en el que las relaciones entre papá y mamá marchen satisfactoriamente, promoverá relaciones de cariño y amor entre los hijos que también serán satisfactorias, generando un ambiente propio para el crecimiento de virtudes humanas.
Por ello es fundamental alentar una buena relación entre los padres, no sólo porque es bueno por el amor que se profesan, sino porque de ello depende la salud espiritual y emocional de los hijos.
En el matrimonio se vive el instinto natural para la perpetuación de la especie humana, que pone en los esposos el deseo del uno por el otro, proporcionando el placer por dar cumplimiento a la pro-creación de la vida humana, tanto a nivel biológico como espiritual. Instinto, deseo y placer son muy buenos en la medida que se orienten a cumplir la finalidad que la propia naturaleza humana exige.

6. Amor y matrimonio, ¿Qué papel juega el amor?
El amor es una realidad tan cercana a nosotros mismos que es difícil definirlo. Es como cuando vemos una pintura muy bella a tan corta distancia que no podemos apreciarla ni describirla. En la medida que nos alejamos de ella, la veremos mejor.
El amor somos nosotros mismos en movimiento de entrega mutua entre personas. A lo largo de la historia el hombre va dejando manifestaciones más o menos perfectas, o incluso imperfectas, de esta fuerza inexplicable que lo arrastra a buscar el bien de otra persona, incluso con actos heroicos.
Esta gran “fuerza” es el amor humano. La finalidad de toda persona es el Amor. Tenemos como origen el Amor, estamos hechos para vivir amando y nuestro destino último es el Amor.
El amor en el matrimonio eleva al instinto sexual a la categoría humana; eleva al instinto, el deseo y el placer a una experiencia radicalmente humana. El amor nos hace humanos; es decir, seres capaces de amar, eso es lo que nos da la categoría de personas, categoría que se eleva en la medida en que se incremente la calidad de nuestros amores: “Una persona vale lo que valen sus amores”.
En el matrimonio, los amantes se pertenecen mutua y realmente. En la medida que la inteligencia hace más suyo este sentido de pertenencia, el amor se hace más fuerte y puro.
7. ¿El amor en el matrimonio es siempre igual?
El amor es siempre el mismo, pero va cambiando en la medida del tiempo y de su maduración.
Si el amor somos nosotros mismos, que abriendo nuestra intimidad, nos unimos a otros dándonos mutuamente, entonces el amor cambiará en la medida que el tiempo vaya marcando cambios en nosotros.
El amor tiene edades que, como todo lo humano, van dando progresivamente sentido a la vida del hombre. No aparece maduro repentinamente sino que nace incipiente y lleno de potencia humana; va creciendo y pasando por etapas o edades que lo van haciendo madurar. Por ello, hay que cuidarlo y conservarlo, pues es nuestro más preciado valor.
8. ¿Y cómo podemos aprender a amar?
Sólo se aprende a amar amando. El amor es una experiencia tan íntima de la persona que no es posible conocerlo sin vivirlo, es decir, amando.
Por ejemplo, nadie puede explicar a una mujer soltera en qué consiste el amor maternal, si ésta nunca lo ha vivido, si nunca lo ha experimentado. Una cosa es “desear” ser madre obedeciendo la llamada del “instinto” maternal, y otra muy distinta es vivir la “experiencia personal” de ser madre “amando” a “un hijo en concreto”, es decir: a su hijo, uno con nombre propio, único e irrepetible.
Pero este tipo de amor no es el único. Otro tipo es el amor entre hermanos, el amor a los abuelos y tíos, etc. El amor entre una madre y un hijo es un “tipo específico” de amor humano.
De todos los tipos de amor que se dan en la familia hay uno que sobresale por su importancia: el amor entre los esposos que es la materia de comunión entre los casados y fundamento de toda familia. El amor conyugal funda nuevas familias. De su calidad depende la buena formación de los hijos.
Si la relación amorosa entre los esposos es saludable, el resto de los amores en la familia suelen darse también de modo saludable, si el amor entre los esposos presenta dificultades serias, los demás amores familiares suelen reflejar estos problemas.
Toda familia se inicia con un hecho que es tan antiguo como el hombre mismo. No importa la cultura, el tiempo, el lugar, allí donde se encuentran un varón y una mujer, que experimentan estremecidos una atracción y una fuerza que no comprenden, y donde existe la decisión mutua de compartir juntos la vida, este hecho maravilloso se repite.
De este modo, la familia matrimonial empieza con el encuentro inusitado entre dos personas, un varón y una mujer, que tras conocerse, van madurando mutuamente su relación amorosa hasta que deciden entregarse en donación mutua para toda la vida: el matrimonio.
9. ¿Qué es exactamente la familia?
“La familia es, sobre todo, una comunidad de amor formada por personas que comparten lazos de sangre, que empieza con el matrimonio de un varón y una mujer y crece por su amor generoso abierto a la vida”.
Pensemos por un momento en una familia sencilla, en la que el padre trabaja con esfuerzo para sacar adelante a sus hijos con gran dignidad. Una familia en la que los esposos se quieren bien y se entregan sin reservas el uno al otro, que muestran con el ejemplo el modo de vivir con alegría las lógicas dificultades que toda familia debe enfrentar, dificultades que al ser superadas les mejoran como personas.
En ese hogar, aunque falten los medios económicos o aunque los haya en abundancia, los hijos crecerán arropados por el amor de sus padres, en un ambiente de exigencia natural, donde todos, a su modo y de acuerdo a sus circunstancias, se preocupan por los demás.
No hay ni ha habido en la historia, un ámbito más apropiado para el crecimiento humano que su familia. La familia es el espacio donde la persona vuelve a reponer fuerzas, porque allí las encuentra. En la familia los hijos, aprenden a respetar, a discutir, a compartir, a socializar, a conocer, es decir, adquieren virtudes.
¿Hay algún padre que no quiera lo mejor para sus hijos? Los padres quieren lo mejor para sus hijos, y eso “mejor”, es que ellos mismos – los hijos – sean mejores personas.
Este estilo de relación al interior de la familia está al alcance de cualquier familia sin importar su nivel socioeconómico y su cultura porque depende del amor. Es frecuente ver familias con economías holgadas, pero con dificultades familiares muy serias, tanto, que son profundamente infelices. Y se puede encontrar familias sencillas profundamente felices por la calidad de amor que se profesan.

10. Familia y sociedad
Cuando los hijos crecen en hogares bien constituidos, la sociedad en su conjunto mejora, pues ésta – la sociedad - no es una idea abstracta, es una realidad muy concreta: la sociedad es lo que son sus familias.
Entre los abundantes medios que la tecnología nos ofrece actualmente, nuestra época se caracteriza por ser la era de la información. Los aciertos y los errores que ocurren en un lado del planeta nos llegan casi instantáneamente en cuestión de segundos. Esto hace que las culturas[1] se conozcan y se asimilen a velocidades antes desconocidas.
En todas las épocas la familia ha tenido dificultades, y no podemos ignorar las que enfrenta la familia en los tiempos que corren, pero tampoco podemos “llorar sobre la leche derramada”.
Existen dificultades reales, distintas a las que vivieron nuestros padre, y ciertamente, también diferentes a las que tendrán que vivir nuestros hijos y nietos. Pero el hombre tiene a su alcance el modo para resolver estos problemas en la medida en que sea fiel a sí mismo, a su propia naturaleza y, en definitiva, a su fin último.
En general, la sociedad no sabe cómo responder a situaciones que le son nuevas, ante los cambios la sociedad vive un proceso de asimilación. Mientras dura este proceso, hay aciertos, desaciertos.
Pongamos un ejemplo de desacierto: Ante una mal entendida libertad de expresión se permite la venta de agresivas publicaciones que lesionan la moral pública y privada. Basta con darse una vuelta por la ciudad y detenerse en un puesto de venta de diarios para comprobar que la pornografía se vende con suma “normalidad”. Ante la duda sobre la valoración moral de este hecho concreto podemos preguntar a quienes lucran en esa cadena de negocio (desde quienes trabajan en las imprentas, pasando por quienes transportan, hasta el que vende, sin dejar de mencionar a la Municipalidad que cobra una cantidad diaria al ambulante) si dejarían esas publicaciones en la sala de su casa para que todos sus hijos las vieran. La respuesta obvia sería: NO. Entonces, ¿por qué la sociedad no puede actuar?
Sin darnos cuenta, va surgiendo una falta de sensibilidad para varias cuestiones que afectan a niños y adultos en el seno familiar, porque como bien se sabe, lo que afecta a un niño, afecta igual o peor a un adulto.
Lo mismo podríamos decir de otras cuestiones que afectan a la familia, como son: el divorcio, el aborto y la eutanasia etc. Todo suma en negativo a nuestras familias. Enarbolando banderas de falsa libertad, se vulnera el derecho a la vida tanto en su inicio –en la concepción - como en su etapa final.
Pero, todo lo anterior, con ser muy grave, no es lo más radical. Esos problemas y otros que no hemos mencionado son sólo los síntomas. Lo más importante es que esta falta de sensibilidad ha generando una “verdad relativa”, que no es otra cosa que una mentira sobre el hombre mismo y, por extensión, sobre su realidad social más íntima e inmediata: la familia.

11. Retos de la familia
A mediados de los años sesenta[2] surgió un conflicto generacional en el que los más jóvenes rechazaban el modo de vida urbano impuesto por la revolución industrial, haciendo del rechazo a toda norma y formalismo un nuevo modo de vida. Surge un “progresismo científico” que ebrio de conocimiento, se pone al servicio de industrias de anticonceptivos. Proliferan uniones libres, que no valoran el matrimonio, alterando la raíz misma de la sociedad. La sociedad de consumo domina e impone una moral “apetitiva” – hedonista - que favorece el consumo para obtener el placer separándolo de su finalidad. Aparece en los países industrializados una alarmante disminución de la tasa de la natalidad que genera el envejecimiento de la población, porque nacen menos hijos que los padres que los procrean. Así llegamos a nuestros días en donde conceptos como matrimonio y sexualidad se ponen en duda.
Pienso que hay tres ámbitos en los que debemos estar muy pendientes por su importancia, y por cómo podrían afectar a nuestras familias:
- Los esposos deben redescubrir la grandeza de su vocación al matrimonio.
- El segundo es redescubrir el valor de la entrega generosa a la vida en las relaciones conyugales y la alegría de entregarse a la formación de los hijos.
- El tercer desafío es volver a poner a la familia en el centro de la sociedad.
12. PRIMER RETO: los esposos deben redescubrir la grandeza de su vocación al matrimonio
Los casados debemos redescubrir la grandeza que conlleva la vocación al matrimonio. Que comprendan que se puede ser muy feliz viviéndola con grandes satisfacciones, no exentas de dificultades y dolor.
Es precisamente en este dolor donde está la clave del amor entre los esposos. Lo grande del matrimonio está, paradójicamente, en lo pequeño y ordinario del mismo.
Hay que redescubrir que la entrega por amor en la familia es la verdadera vocación para todos los casados; que es un verdadero camino de perfección para el hombre, y una vía espléndida y apasionante para cumplir la finalidad por la cuál existe.
Que es posible vivir la pureza del amor entre un hombre y una mujer. Y, para los católicos, que el matrimonio es camino predilecto de santidad, es decir, camino para alcanzar la felicidad eterna. Nada produce más satisfacción a los casados que vivirla, y yo diría, hasta disfrutarla, pues es un bien recibido en justicia. No es más hombre el que es infiel a su mujer, pues no ama bien a una mujer sino que la “cosifica”, y al hacerlo se cosifica a si mismo y se deshumaniza como hombre.
Aprender a vivir el perdón. Siempre es posible el perdón, porque en definitiva, y pase lo que pase, tanto el varón como la mujer que se casan, estarán realmente unidos en su ser mientras vivan.

13. SEGUNDO RETO: redescubrir el valor de la entrega generosa a la vida en las relaciones conyugales y la alegría de entregarse a la formación de los hijos
El segundo desafío es redescubrir el valor de la entrega generosa a la vida en las relaciones conyugales y la alegría de entregarse a la formación de los hijos.
La cuestión no es llenarse de hijos, pero tampoco es no tenerlos, la cuestión es que cada matrimonio tiene los medios para saber el número de hijos que generosamente pueda tener. La sabiduría está al alcance de cualquier matrimonio y, en el caso de los católicos, se cuenta con la gracia sacramental del matrimonio.
Quién tiene el deber y, sobre todo, el derecho de educar a los hijos es la familia, en concreto, los padres. Por ello, debemos tener el protagonismo en la educación de los hijos, más aún en temas fundamentales. La familia está por encima de la escuela.
14. TERCER RETO: volver a poner a la familia en el centro de la sociedad
No es que haya salido de la misma sino que está envuelta en una atmósfera de relativismo en la que todos dicen que la familia es muy importante, que es el núcleo y fundamento de la sociedad, que hay que legislar a favor de ella; sin embargo, son muy pocos los que en realidad trabajan a favor de la institución familiar.
La sociedad se debe a la naturaleza familiar y no al revés. En virtud de ello, la sociedad está obligada a proteger los fines del matrimonio y la familia: la procreación, la formación de los hijos y la ayuda mutua para crecer humanamente.
La sociedad debe velar y poner los medios para que la familia cumpla sus fines naturales. Esto se concreta en: trabajo para el padre y/o la madre, vivienda, acceso a la salud, recreación saludable para la familia, profesores bien formados, planes de estudio que respeten la dignidad humana, leyes que protejan el matrimonio, etc.
El eje de la sociedad es la familia, y el eje de la familia es la unión de los esposos. La clave en estos desafíos consiste, fundamentalmente, en darnos cuenta que varones y mujeres - distintos y complementarios - están llamados al amor porque han sido creados para la unión en comunión de vida.
Que es posible vivir plenamente la vida matrimonial y que es en lo cotidiano, en lo sencillo de las cosas pequeñas de cada día, en lo aparentemente intrascendente y hasta monótono, donde el amor nos espera para hacernos plenamente felices.
15. Final
Por último, las causas de los problemas no están fuera de la familia sino dentro. Las dificultades existen y son reales, pero lo importante, lo que realmente genera bondad, está al interior de la familia, en el amor entre sus miembros, y sobre todo, en el amor y fidelidad de los esposos.
No hay que olvidar que al final de nuestras vidas de lo único que nos pedirán cuentas es de cómo y cuanto hemos amados.
Muchas gracias por su atención.


[1] Entiéndase por cultura el modo que tiene un grupo humano de entender al hombre y al entorno inmediato con el que se relaciona.
[2] Tiempos de la “revolución contracultural”, que siguió a la “revolución industrial”

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