miércoles, 17 de junio de 2009

Matrimonio Civil y Matrimonio Religioso

César Chinguel Arrese

Manuel, amigo de la infancia, me vio desde la acera de enfrente y sin tomar en cuenta el denso tráfico, cruzó la acera corriendo y, ante mi sorpresa, nos confundimos en un fraternal abrazo. Es que no veía a Manuel desde aquellos lejanos tiempos en que pasábamos las horas jugando sin la más mínima preocupación. Recuerdo que no sabíamos de necesidades económicas, que las había desde luego, ni de obligaciones más allá de los deberes escolares que tratábamos de culminar antes de las seis de la tarde para poder salir a jugar al parque. ¡Bueno! qué ha sido de tu vida, me dijo con aire de navegante que llega al puerto cargado de grandes aventuras. La verdad me sentí algo intimidado por ese hombre con pinta de aventurero y que dejé de ver aún niño cuando decidí irme de mi ciudad natal para estudiar fuera.

Bueno, le dije tímidamente tomando sus propias palabras y fingiendo una voz igualmente fuerte… yo me casé y cuento en la actualidad con cinco hijos…; casi sin tomar atención a lo dicho siguió comentando: Yo me casé una vez por lo religioso y dos por lo civil, aunque ahora disfruto de la vida sólo y sin compromisos, ya sabes, ¡más vale solo que mal acompañado! Al oír esto me vino a la mente, como un destello incontenible, mis conversaciones con Pedro. Él es un intelectual de las ligas mayores, cuya trayectoria profesional que es sencillamente extraordinaria, como todo lo ordinario que se hace muy bien. Pedro tiene la generosidad de brindarme su valiosa amistad.

Pedro me decía: “…vivimos un fenómeno de desnaturalización del matrimonio en la cultura y en la praxis del mundo occidental, en cuyo punto de partida el origen, la estructura y los fines esenciales que permiten reconocer una unión entre el varón y la mujer como matrimonio se entienden fundamentados en la misma e inmutable naturaleza humana; mientras que el punto de llegada, en cambio, esos mismos elementos de la institución matrimonial son considerados una estructura legal producida por un modelo socio-económico e ideológico, dominante en un determinado momento histórico, para servicio y perpetuación de un muy concreto modelo de sociedad y de unos valores en sí mismos relativos y caducos”. En suma, me explicaba con paciencia, la cultura actual interpreta que el matrimonio ha dejado de ser una institución de derecho natural, para pasar a ser un producto ideológico-religioso, y por último, una mera institución legal vigente cuyo fundamento se limita al derecho positivo... ¡vamos, se cree que su fundamento es una simple ley! … aún me parece oírle con su inconfundible acento catalán. ¿Cómo puede ser esto?, le dije casi obligado a comentar algo sin entender la radicalidad de sus palabras… Es que la gente piensa que hay dos matrimonios, uno civil y otro religioso, ¡grave error!... ¡grave error!..., me dijo. ¡Obviamente es un error! Le dije sin comprender demasiado debido a mis abundantes limitaciones intelectuales.

Pedro con gran paciencia me explicó en sucesivas conversaciones, que aún continúan para bien mío, que el origen y el fin de la Estructura Esencial del Matrimonio hunden sus raíces en la naturaleza humana, en el derecho natural (iusnaturalista). No hay más que un único matrimonio que se genera a partir de la esencia de la dimensión sexuada de la naturaleza humana, que impulsada por la libertad personal permite a un varón y a una mujer entregarse total e incondicionalmente por amor, y al hacerlo la potencia contenida en la conyugalidad de ambos logra engendrar y traer a la existencia una novísima unidad, única e irrepetible, de esencia puramente natural, a la que llamamos matrimonio. El matrimonio manifiesta toda su bondad abriendo horizontes de comunicación conyugal tan extraordinarios, que encaminan a los propios cónyuges hacia el bien mutuo. No es por tanto el municipio, el párroco, u otro tercero que produce el matrimonio, solo el varón y la mujer impulsados por su amor y su libertad pueden hacerlo, y esto es extraordinariamente bueno por ser radicalmente natural. Hay que decir que en el caso de los católicos, ese matrimonio natural constituye, además, sacramento.

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