César Chinguel Arrese
Caminando de la mano con el menor de mis hijos, sentí de repente que éste, sin ninguna explicación, y sin mediar acto previo, me besó la mano y me dijo: te quiero papá. Conmovido, y avergonzado porque mi cabeza se ocupaba de cosas poco importantes, volví el rostro y miré con cariño a mi hijo. Seguimos caminando y me quedé con esa amorosa actitud en el corazón. ¿En qué momento me convertí en papá?, pienso mientras mi hijo sigue en lo suyo, que por ser suyo no deja de ser importante. Al no tener experiencia sensible como las madres, los padres nos descubrimos, sin demasiada conciencia, que un buen día somos nada menos que padres.
Pero, ¿cuándo empecé a ser realmente padre? Pienso que la condición de padre ya estaba en mí desde el momento que, gracias a mis padres, fui concebido. Toda acto humano no sería posible, si antes no hay un antecedente previo contenido en nuestra naturaleza. En el caso de los animales, el ave vuela porque en su naturaleza existe la potencia de volar, pero no puede vivir bajo el agua debido a que no cuenta con esta potencia, que si la tienen por ejemplo los peces. En el caso de las plantas, un manzano dará siempre manzanas y no naranjas, porque contiene en su naturaleza la potencia de dar, a su tiempo y mediando las condiciones requeridas, sólo manzanas. Por ello, todo hombre tiene en potencia llegar a ser padre, y lo será si median las condiciones que su naturaleza establece
La paternidad se constituye así en un don recibido por medio de nuestros padres, y éstos de los suyos, así de generación en generación. Como no se puede retroceder infinitamente – es un absurdo-, existe en la génesis del hombre algo que es fuente de esa paternidad, que la contiene por sí mismo, que no la ha recibido de nadie y que la comunica donándola incondicionalmente, es decir, que ofrece continuamente por amor algo de su propio ser: la Paternidad. Así, toda verdadera paternidad humana hunde sus raíces en la infinita paternidad Divina.
Por eso, cuando escuché ese “te quiero papá”, en honor a la verdad, y aunque por venir de mi hijo el corazón se revele regalándose a sí mismo emociones gratas, no me queda otra opción que dar gracias a Dios por el regalo maravilloso de la paternidad, medio que comunica la vida, y constituye también un instrumento estupendo de mejora personal para los padres ... en ese andar extraordinario de la vida ordinaria en familia. ¡Felíz día papás!
El amor conyugal, además de ser un misterio único y maravilloso, es la donación de sí mismos que hacen un varón y a una mujer, en razón de la bondad intrínseca que tiene la sexualidad humana. Esta donación libre es de tal entidad que afecta el ser mismo de los cónyuges y genera en ellos un nuevo modo de ser en la unión, una comunión de personas que, sin destruirlas, las perfecciona haciéndolas más humanas a lo largo del tiempo.
Gracias por su email.
ResponderBorrarDe paso he visitado su blog y me parece estupendo.
Un afectuoso saludo.
Andrés Marín de Pedro.
Asociación Ciudadanos por la Unidad y coordinador de la Plataforma Stop porno.
amarin@lorcaunidad.com