martes, 2 de diciembre de 2008

Necesitamos de los fundamentos

Parece ocioso ocuparse de los pilares fundamentales que rigen y determinan la estabilidad y salud del tejido social en una época en la que se cree está todo resuelto. Formamos parte de una generación que ha conocido el cambio de siglo, el paso del mundo bipolar, al unipolar e ingresa desconcertado a una dinámica multipolar de grandes bloques económicos de alcance global por encima del dominio de las naciones singulares. La tecnología se pone al servicio de la salud y la apariencia corporal, ingresa a nuestros hogares y pone a nuestro alcance toda clase de artilugios tecnológicos como la televisión digital, Intenet, autos computarizados, o los SmartPhones que unen la potencialidad de las computadoras de mano a la conectividad del teléfono, al que se incorporan dispositivos Bluetooth con enlace a Internet inalámbrica vía Wi-Fi, posicionamiento global GPS, mapas en una pantalla táctil, y todo ello en un pequeño aparato con ergonomía portátil diseñada para que quepa en una sola mano con asombrosa comodidad; la oficina portátil del futuro ya es una realidad. Todo este cúmulo de posibilidades tecnológicas embriaga en cierto modo al hombre y le hace creer que todo lo puede, que puede superar a su propia naturaleza imponiéndose a sus leyes y marcando un nuevo orden al margen de la ley natural, pero se equivoca.
Olvidándose de su innegable contingencia y sus evidentes limitaciones de espacio y tiempo, fragmenta su propia unidad sustancial conformada por su realidad biosomática, afectiva psicosomática, y su inteligencia y voluntad personal, reduciéndo esta unidad a un simple modelo psicosocial. Como todo reduccionismo, este modelo contiene sólo una parte de la verdad del hombre, un aspecto cierto de la realidad, aunque se propone engañoso como la verdad absoluta, muchos académicos pretenden desde ese enfoque parcial explicar la totalidad del hombre, su comportamiento y fines. Se construye así un castillo de naipes cuyos pilares son la relación democracia-verdad, el modelo psicológico-social, y el positivismo absoluto.
Así, se llega a afirmar que lo que se decide por vía democrática supera las verdades naturales del hombre, algo así como que usted y yo inicemos una campaña y decidamos por mayoría democrática que ya no hay dos sexos naturales, a saber varón y mujer, sino que ahora hay tres, o cuatro, o el número que cada grupo social proponga considerando solamante su mundo afectivo-sensible, su aspecto psicológico y rompiendo con el resto de su verdad biosomática y personal. Sobre ese sucedáneo de verdad, se edifica un derecho positivo que ordena, o mejor dicho desordena, las normas que protegen la institucionalidad del matrimonio natural, aquel que se deriva de la unidad que engendra la entrega libre e incondicional que efectúan un varón y una mujer de su conyugalidad viviendo una extraordinaria cobiagrafía, creando así una unidad tan antigua como el hombre mismo, unidad que denominamos matrimonio, que fundamenta y da inicio a otra institución natural fundamental, que es la familia matrimonial.
Volviendo a las consecuencias que produce la aucencia de verdad, veremos que en aquel castillo de naipes, se crean contratos entre personas del mismo sexo a los que se denomina erroneamente matrimonio, y se les da incluso facultades formación de niños indefensos al otorgarles, por vía de este derecho positivo, la adopción. No se trata de ser o no homofóbicos, se trata de ser amantes de la verdad; los homosexuales, y demás variantes disfuncionales, por su dignidad natural valen lo mismo que todo ser humano y merecen todo el respeto en cuanto personas humanas, y por ello, tienen derecho a buscar su felicidad, su finalidad. A lo que no tienen derecho es a presentar como verdad lo que es una disfunción en la formación de su identidad sexual, a saber, una ruptura entre verdad biológica, su afectividad, y su personalidad.
Como todo aquello que se edifica sobre el error, sobre un terreno ausente de verdad, tarde o temprano, más temprano que tarde, empieza por trastocar los fundamentos mismos de la sociedad. Sobran ejemplos de los aciertos y desaciertos de los países que llamamos modernos, sobre el maltrato que efectúan a las dos instituciones naturales de ámbito social más fundamentales del hombre, el matrimonio y la familia. Ojalá nosotros sepamos cuidarlas y protegerlas, sin seguir tan irracional moda, rompiendo aquel dicho castellano que reza, "a donde va Vicente, pues donde va la gente".

1 comentario:

  1. Efectivamente, en virtud del bautizo, todos estamos incorporados a nuestra Madre Buena la Iglesia. Por el sacrificio de la Cruz, todos - valemos la sangre derramada por Cristo. Adjunto la pastoral indicada para las personas que se encuentran en situación de separación matrimonial: http://www.aciprensa.com/Familia/divorciados.htm

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